Las doulas de la muerte

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Tradicionalmente, la palabra «doula» (del griego «δολα», significa «esclava» o «sirvienta») siempre ha hecho referencia a una mujer que acompaña a otra en momentos complejos de la vida, generalmente en el embarazo, parto, puerperio, lactancia o crianza. También presta su apoyo a otras mujeres en momentos de duelo si, por ejemplo, se produce la pérdida del bebé durante el parto. Sin embargo, a lo largo de los años y con la reducción del número de nacimientos en la sociedad occidental, las doulas han adquirido más relevancia en el acompañamiento y asistencia antes, durante y después de que se produzca una defunción.

Phyllis Farley es considerada la primera «doula de la muerte». Decidió comenzar un programa de voluntariado para cumplir las necesidades de las personas en los últimos momentos de su vida, al igual que las de sus familiares y allegados, después de escuchar en 1998 una conferencia sobre la importancia de tener acompañamiento en el lecho de muerte. 

Farley opinaba que la asistencia de voluntarios bien preparados marcaría una diferencia significativa para aquellos que estarían solos al final de sus vidas. Así, en 2001 comenzó un programa de formación de voluntarios en colaboración con una agencia de servicios sociales (JBFCS) y el centro médico de la Universidad de Nueva York. En 2012, el Programa de Doulas (Doula Program, en inglés) se estableció como una organización independiente sin ánimo de lucro. Actualmente, la formación interactiva, que dura ocho semanas, consta de ejercicios prácticos, lecturas, debates y conferencias. 

Acompañar y asesorar, también en España

En España, no hay muchos organismos que trabajen en este ámbito: la Fundación zaragozana Vivir un Buen Morir es la única de este tipo. Los cuidados paliativos, ofrecidos en instituciones sanitarias, son lo más cercano a esta práctica. Aunque ambas tienen en común que tratan de mejorar la calidad de vida de la persona que va a morir, y no prolongarla, la labor de las doulas es de carácter integral. 

Las fundadoras de Vivir un Buen Morir prefieren huir del término «doula» por controvertido y en cambio se autodenominan «acompañantes». Por un lado, ofrecen formación integral para personas que quieran iniciarse en esta práctica. Por otro lado, ofrecen asesoramiento y acompañamiento tanto a enfermos terminales como a sus familias. Este acompañamiento tiene un coste que varía en función de los medios económicos del solicitante. Además, realizan una intensa labor de divulgación, mediante entrevistas, noticias o conferencias, con el objetivo de «promover una conciencia social para ayudar a vivir una buena muerte. Esta se logra mediante un acompañamiento de calidad y unos cuidados paliativos generalizados a toda la sociedad». 

Doulas para acompañar en la recta final

La asistencia de las doulas o acompañantes es multidisciplinaria y abarca aspectos de diferentes ámbitos. Proporcionan cuidados psicológicos tanto para el enfermo como para su familia (enseñan cómo afrontar la despedida y aportan empatía en un momento complejo). Pero también realizan tareas de índole práctica, como la higiene, alimentación o medicación de la persona enferma. También planean funerales o servicios conmemorativos y asesoran a los enfermos sobre sus derechos y responsabilidades, (por ejemplo, cómo realizar el Documento de Voluntades Anticipadas00). 

En sus propias palabras, se trata de «poner a la persona que está muriendo y a su familia en el centro. Trabajar con el corazón abierto para crear una atmósfera de apoyo amoroso, amabilidad, respeto, dignidad y normalidad para ayudar a la gente a sentirse más segura y en paz en el momento de la muerte, guiándoles, dándoles confianza y apoyo en la forma en que lo necesiten».