Ángeles Pérez, la abuela que ha dado un hogar a más de 1.000 presos

Su nombre es Ángeles Pérez y comenzó con su andadura en el apoyo de la rehabilitación de los presos con solo una habitación. Hoy es la fundadora y el alma de la Asociación Pro Recuperación de Marginados (Apromar).

Y es que esta abuela, de 78 años, tiene 3 hijos y 7 nietos. Pero también ha dado su apoyo a más de 1.000 presos. Ángeles les prestó un hogar cuando más lo necesitaban: al salir de la cárcel.

Cómo empezó todo

La gran labor que hoy desarrolla Ángeles Pérez, junto con el resto del equipo de Apromar, comenzó con una señora de pueblo y una única habitación en un piso frente al Hospital Gregorio Marañón. Cuarenta años hace desde entonces.

Ángeles no ha olvidado al primer preso que pasó por allí. Es más, recuerda con cariño a Carlos Alberto, un chico al que metieron en la cárcel por tráfico de drogas y que, tras varios años, encontró el momento para acordarse de ella y llamarla por teléfono para felicitarla en el Día de la Madre en Colombia.

Desde entonces, la asociación no ha dejado de crecer. Y lo sigue haciendo.

Apromar hoy

La asociación—una iniciativa ciudadana, privada y sin ánimo de lucro—, se describe como una entidad que «trabaja de forma grupal la socialización y el cambio en la población reclusa más sensible». Afirman, también, que su labor tiene lugar «durante o después del cumplimiento de la pena, añadiendo la acogida como elemento de reinserción».

Son, por tanto, independientes de la administración pública. Pero el proyecto que nació del coraje y la dedicación de Ángeles Pérez, la Asociación Pro Recuperación de Marginados, ha pasado de tener una única habitación a contar con media docena de pisos.

Cabe destacar que, en su labor por la igualdad a favor de las personas en riesgo de exclusión, no se ha olvidado de la igualdad de género y, por eso, uno de los pisos es un lugar seguro: solo para mujeres.

Ángeles Pérez, capitana de un gran equipo

De la misma manera, Ángeles Pérez—que nunca estuvo sola, pues ha contado desde el principio con el apoyo de su marido y después con el de su hijo—, capitanea ahora a un equipo de más de diez personas.

Las personas que hacen posible este proyecto, y que también merecen ser nombrados, son: Raquel, que trabaja de ama de llaves; Ingrid, que ejerce de psicóloga; Basilio, como educador; Ramón, a cargo de la aprobación de cuentas; y Fernando, en la administración y gestión de bienes.

Con ellos trabajan también ocho voluntarios, todos miembros de una gran familia unida por lazos de esfuerzo, coraje y una vocación de ayudar a personas en riesgo de ser marginados por la sociedad.

Un legado de cariño

El pasado junio, Ángeles estuvo en la radio relatando su historia desde su comienzo como voluntaria desde una iglesia, en tiempos en que su marido tenía que ser el que firmase los contratos de alquiler, hasta el presente.

Cuál no sería la sorpresa de Ángeles cuando, en mitad de la emisión radiofónica, recibieron la llamada de Eva, una mujer a la que tuvo la ocasión de brindar su ayuda en el pasado.

Eva, de nacionalidad mexicana, llegó a considerar el suicidio, ante lo apurado de su situación. Pero en el presente sigue peleando y agradeciéndole a Ángeles la oportunidad que le dio para rehacer su vida.

Ejemplos como el de Ángeles Pérez, de coraje y esfuerzo, pero también de empatía con los más vulnerables, ponen de manifiesto la necesidad de más personas brillantes como ella que sigan apostando por la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos de la sociedad.