Entre grandes campos de regadío, pueblos envejecidos y un silencio que reina por cualquier lugar y que solamente es roto por el cantar de los pájaros o el viento soplando, emerge Carcaboso. Un pequeño pueblo de 1.200 habitantes al norte de la provincia de Cáceres, que actualmente es considerado como el pueblo más sostenible de España.
Es una zona de regadío que allá por los años ochenta obtuvo grandes beneficios de cultivos industriales como el algodón o el tabaco. Pero la suerte de este pueblo no tardó en cambiar cuando gran parte de la población emigró a otras ciudades debido al boom de sectores como la construcción o el turismo.
Aunque con el boom inmobiliario los vecinos emigraron a las ciudades, con la crisis Carcaboso ha vivido su resurgir
Con la crisis, los jóvenes volvieron a sus hogares y, lo que parecía una situación temporal, se convirtió en una circunstancia alarmante para el pueblo. El Ayuntamiento, ante esta tesitura, decidió tomar medidas de inmediato, cubriendo las necesidades vecinales y ayudando a las familias a soportar tiempos difíciles.
Alberto Cañedo, ex alcalde de Carcaboso, relata cómo comenzó aquella aventura: “Teníamos que hacer una economía real, no una de subvención o dependiente de lo que viniera de fuera”. “Nuestros recursos eran tierra, suelo, buen clima y capital humano… Así que nos pusimos manos a la obra”.
AGROECOLOGÍA, EL MOTOR ECONÓMICO DE CARCABOSO
Su idea era cultivar alimentos de una forma sana y hacer de su proyecto un plan sostenible. La agroecología fue la respuesta, habilitando centros demostrativos en antiguas escuelas abandonadas y completando este proyecto con otras propuestas como un gallinero comunitario. “La idea era que hubiese un espacio físico para que la gente pudiera poner en marcha proyectos de agroecología y también dar y recibir formación. Un espacio vivo de agricultura sostenible”, cuenta Alberto.
Y así, jóvenes como Daniel Plata o Nelva Dominguez relatan testimonios que nos invitan a reflexionar. Jóvenes que se marcharon de Carcaboso con la idea de encontrar un buen futuro laboral y ahora vuelven y se sienten totalmente arropados por el pueblo y la comunidad.
“Sacamos una oferta de huertos de ocio en el que se cedían huertos de forma gratuita con dos condiciones: lo alimentos serían de autoconsumo exclusivamente y el cultivo sería meramente agroecológico. Más tarde, y debido a las necesidades del pueblo, se tuvo que permitir la venta de excedentes para contribuir a la economía familiar”
Y así, Carcaboso empezó a vender cestos de verduras y frutas a la capital madrileña. Desde el Ayuntamiento, una vez más, se promovieron cursos para favorecer a los habitantes del pueblo y ayudarles a encontrar un futuro. Cursos como el de conserva de vegetales, cediendo una cocina nueva a los interesados en el proyecto y un número de registro de sanidad para que pudieran vender y comercializar sus productos.
Más aun, se promovieron iniciativas como el desarrollo de un jardín comestible cultivado por la comunidad. Un espacio de apoyo mutuo muy común en zonas rurales antiguamente que se ha ido perdiendo debido a la globalización. “Todos tenemos en esencia esa voluntad de trabajar en comunidad, de servirnos unos a los otros. Está intrínseco en el ser humano, pero lo hemos olvidado”, asegura Alberto con ilusión y esperanza.
LOS PILARES ECONÓMICOS Y AMBIENTALES DE CARCABOSO
Y es que este pueblo da para un libro. Hay huertos escolares en los que aprender botánica y ciencias naturales desde la infancia, además de dinámicas sociales para integrar a la comunidad. Hay programas pensados para todos.
Municipio libre de transgénicos, libre de glifosato, municipio en transición, premio Unesco… La lista de títulos es interminable. Y Carcaboso nos deja como resultado del buen hacer una gran referencia, un punto de luz en una sociedad tan individualista y capitalizada. Así, según el ex alcalde, su política está basada en 3 pilares fundamentales:
- Economía del bien común
- Trabajo de buena vecindad
- Apoyo mutuo
Lorena Rodríguez, actual alcaldesa, ha seguido la línea de Alberto, procurando un liderazgo compartido. “Creo que es preciso salir a la calle y estar en contacto con las personas, apostar por un pueblo vivo y activo, valorar que necesitan y cómo podemos dárselo” afirma. Entre las formas de participación ciudadana, destacan las asambleas infantiles, donde todos son escuchados y donde las iniciativas de los niños son vinculantes. Los cariñosamente llamados “agricultos”, senado de mayores, que resuelven conflictos y trasladan la sabiduría ancestral dando fuerza a los más jóvenes.
En definitiva, Carcaboso se basa en la agroecología, la participación ciudadana y el emprendimiento social. Una comunidad sostenible, un pueblo ejemplar. No dejen de creer en un cambio posible, pues Carcaboso es esa gota del mar que confirma que querer es poder.