La pasión por el motociclismo, su mejor medicina

La relación entre Adriana Pinto Martínez y el motociclismo podría definirse como una historia perfecta, donde la casualidad y el destino se unen para dar paso, después, a la necesidad. La de Adriana siempre ha sido una vida muy activa donde el deporte ha estado presente de muchas maneras: fútbol, voleibol, running, yoga… Desde muy pequeña fue consciente de los beneficios que tiene la actividad física en nuestra vida y del hecho de que ser mujer no le iba a privar nunca de nada.

Sin embargo, el destino tenía otros planes preparados para Adriana. Nació con una de las rótulas más alta de lo normal, lo que le ha provocado una grave degeneración de la superficie articular cartílago, por lo que su rodilla se asemeja más a la de una persona de 40 años que a la de una persona joven. Ante esta situación, el médico fue claro: tenía que abandonar los deportes de impacto. Esto implicaba dejar de lado sus dos pasiones: correr y el voleibol (este lo aparcó porque compaginar los entrenamientos con las clases en la Universidad le resultaba complicado).

SU AFICIÓN AL MOTOCICLISMO SE VIO MOTIVADA POR SU PASIÓN POR EL DEPORTE Y SU AFÁN DE SUPERACIÓN

Ahí es cuando entró el motociclismo en su vida. En realidad, es como si siempre hubiera estado, ya que, como decíamos, Adriana confiesa que siempre le habían llamado la atención las motos. Pero, como en las mejores historias con el destino como protagonista, muchas veces no vemos la realidad hasta que la tenemos enfrente.

En 2015 se mudó a Barcelona por motivos profesionales. Ahí fue cuando empezó a interesarse más por el motociclismo, en especial debido a la decisión de no volver a practicar running. Recordemos que, aún hoy en día, la mujer tiene muy complicado reivindicar su puesto en el deporte y más aún en el motociclismo, que es una disciplina asociada históricamente al sector masculino.

Motivada por su pasión por el deporte, su afán de superación y por sus ganas de mantenerse activa y cambiar el mundo, se fue metiendo cada vez más en este universo del que se iba enamorando poco a poco. Más tarde, comenzó a pilotar en circuitos con una 600cc (mayo del 2017), y en octubre del mismo año comenzó a entrenar con Adan Racing, escuela de pilotaje.

El camino no siempre es fácil

Sin embargo, en esta carrera de fondo por superarse a sí misma y practicar este deporte que tanto le apasiona, Adriana se ha encontrado con dos grandes obstáculos. El primero tuvo lugar en su cuarto entrenamiento, donde se fracturó el dedo de un pie. Afortunadamente, esta rotura no trajo mayores complicaciones, aunque el reto que le tenía preparado el destino era mucho mayor.

«Esta sensación no la había sentido nunca antes. Corté gas y… frené»

El pasado puente de diciembre, durante un viaje para visitar a unos amigos en Barcelona, entrenando con ellos comenzó a perder el tren trasero de la moto. “Esta sensación no la había sentido nunca antes. Corté gas y… frené”. Esta reacción de instinto de supervivencia que tuvo Adriana es justo lo que no se debe de hacer jamás. Como consecuencia de ello, la moto se levantó y salió disparada impactando la rodilla en el suelo con todo el peso de su cuerpo. Al levantarse, la rodilla no se mantenía. ¿Resultado? Ligamento cruzado anterior roto. Le esperaban tres meses parada entre largas sesiones de rehabilitación y numerosas pruebas médicas.

Tras estos tres meses de inactividad total, Adriana decidió volver a entrenar, pero después del accidente y los meses de reposo había perdido mucho músculo y al día siguiente los dolores se hacían insoportables. De este modo, entró en un bucle en el que necesitaba hacer deporte para recuperar la musculatura, pero le era imposible hacerlo debido a los dolores que padecía.

La constancia ha sido clave en su recuperación

Esta situación, como era de esperar, afectó también a su estado de ánimo. Antes de la lesión iba a ver las carreras de motos y le entraban unas ganas enormes de entrar en pista. Todo cambió en junio de este año cuando acudió a ver a su amiga Andrea Sibaja a la carrera del CEV Femenino en  Motorland. “El ambiente que se respiraba y ver ahí a todas las chicas me dio envidia”, afirma. Y ahí es cuando el motociclismo entró de nuevo en su vida (si es que alguna vez llegó a irse) para mostrarle la motivación que necesitaba. ¡Y vaya si la encontró!

Al ver las carreras de las chicas, Adriana tuvo muy claro que tenía que ponerse las pilas y se propuso un reto: competir en 2019. Desde ese momento, ha estado plenamente concentrada en su recuperación cuidando su alimentación, yendo al gimnasio y entrenando regularmente, ya que debe llegar a su operación en noviembre con la musculatura lo más fuerte posible, y que así la recuperación sea más rápida.

A punto de cumplir su sueño

Por fin, su reto está a punto de cumplirse y es que es piloto de la escudería ICAI Speed Club, un proyecto liderado por estudiantes de diferentes disciplinas como aerodinámica, marketing o electrónica que están organizando una carrera en 17 países distintos con 70 motos, 25 de las cuales competirán en la categoría eléctrica. Adriana competirá con una de éstas. Reconoce que es la primera vez que pilota una moto eléctrica pero sus ganas y su ilusión pueden con todo.